Wall Street se desploma

La desaceleración de la economía en China, la dimisión del primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, y los titubeos de la Reserva Federal para descongelar los tipos de interés han creado un cóctel demoledor para Wall Street, donde el Dow Jones cayó 500 puntos en un día y 1.000 enteros en una semana.

Las cifras azotaron hoy al índice de referencia de la bolsa de Nueva York: cerró su peor semana en cuatro años, se situó un 10 % por debajo del récord conseguido el 19 de mayo (lo que en términos económicos se llama “entrar en corrección”) y arrebató a la jornada de ayer el dudoso honor de ser la peor del año 2015.

Con 28 de sus 30 componentes con pérdidas superiores al punto porcentual (encabezadas por Apple cayendo un 6,12 % y Microsoft un 5,67 %), el Dow Jones cerró su cuarta sesión de descensos consecutiva en 16.459,75 enteros, después de que 530,94 unidades se fueran en una sola jornada marcando un descenso del 3,12 %.

El pasado viernes había concluido en 17.477,40 enteros (lo que supone un descenso semanal del 5,82 %) y hace poco más de tres meses, el 19 de mayo, situaba su último récord en 18.312,39 unidades.

Lo mismo sucedió con el S&P 500, que cayó hoy un 3,19 % (-64,84 puntos) hasta los 1.970,89, perdiendo así la barrera psicológica de los 2.000 enteros, y el Nasdaq fue el más afectado, con un descenso del 3,52 % (-171,45 puntos hasta las 4.706,04 unidades).

No hace tanto marcaban récords que ahora se pierden en el horizonte: el S&P 500 logró el 21 de mayo los 2.130,82 puntos y el otrora índice tecnológico Nasdaq, que por fin recuperó en 2015 los niveles del “boom de las punto com”, conseguía el 20 de julio su última plusmarca con 5.218,85 unidades.

El parqué neoyorquino, como casi todos los del mundo, era así arrasado por las preocupaciones que genera que la economía de China, que comparte la hegemonía mundial junto con la de Estados Unidos, lleve varios meses con claros signos de desaceleración.

China sorprendió la semana pasada con una devaluación de casi un 5 % de su moneda y hoy anunció que el índice gerente de compras (PMI, en inglés) del sector industrial mostró en agosto un descenso de la actividad manufacturera en el gigante asiático que no se veía desde 2009.

Este histórico batacazo de Wall Street fue superior al de otras plazas también muy afectadas como Londres y Milán (-2,83 % cada una) o Madrid y Tokio (-2,98 % cada una), aunque inferior al de París (-3,19 %) y, por supuesto, a las de China: Shangai (-4,27 %) y Shenzhen (-5,42 %).

Sin embargo, además de la problemática en el gigante asiático, el momento comprometido de la economía mundial es unánimemente señalado por los analistas como un fenómeno multicausal, algo que esta semana quedó especialmente patente.

La zona euro se volvió a ver agitada por Grecia, después de que el primer ministro del país, Alexis Tsipras, anunciara su dimisión con el consiguiente adelanto de las elecciones.

Tras haberse aprobado el tercer rescate que aseguraba, al menos a corto plazo, cierta estabilidad en el Viejo Continente, volvió la sensación de vulnerabilidad ante la incertidumbre política en el país heleno.

Y en Estados Unidos, la Reserva Federal volvió esta semana a dar largas en la cuestión de la subida de los tipos de interés. Los tipos están entre el 0 y el 0,25 % desde 2008, una política de estímulo empezada por el entonces presidente el banco central estadounidense, Ben Bernanke, tras la crisis financiera.

Aunque estaba prevista su eliminación para finales de este año, parece destinada a ser el puente entre la crisis pasada y la inminente, si bien no han faltado analistas que apuntan que estos descensos no son sino un reajuste necesario en unas bolsas de valores que tienden de manera natural a la burbuja.

En cualquier caso, completando el cuadro catastrófico, el petróleo de Texas bajó hoy por primera vez en seis años y medio por debajo de los 40 dólares el barril, lo que supone un descenso de más del 70 % en poco más de un año.

Al cierre repuntó y consiguió marcar 40,45 dólares, cifra que sigue siendo bajísima y muy preocupante, sobre todo teniendo en cuenta que el exceso de oferta que lo causa no tiene visos de cambiar de tendencia.

elespectador.com