Hoy termina la dejación de armas de las Farc

El acto empezará a las 10:00 a.m. con la presencia del presidente Juan Manuel Santos y el máximo jefe de las Farc, “Timochenko”. Ayer, la ONU certificó que tiene 7.132 armas en su poder, salvo las que servirán para dar seguridad a los campamentos.

El momento más esperado del Acuerdo de Paz ha llegado. En pocas horas las Farc dejarán todo su armamento y sellarán su paso definitivo a la vida civil. Paradójicamente, la preparación del acto para darlea el último adiós a las armas se ha realizado a las “volandas”. Tan sólo el jueves en la tarde los 520 guerrilleros de la zona veredal Mariana Páez —la más grande de todo el país —, ubicada en el municipio de Mesetas (Meta), se enteraron de que era probable que fueran los anfitriones del evento. Y tan sólo el viernes en la noche se les confirmó la noticia.

Desde entonces los guerrilleros han trabajado sin tregua para estar a la altura de la circunstancia histórica. Han tenido que preparar 100 nuevas camas para recibir a los invitados, 35 escuadras, de 12 guerrilleros cada una, han trabajado en la adecuación de la trocha por la que llegarán los ilustres testigos, o arreglando los prados y cercados. Cortan madera, hacen huecos en la tierra, clavan puntillas o pintan murales. En síntesis, el ambiente de la zona veredal es el de una colmena de hormigas que laboran frenéticas para decirle al mundo que la guerrilla más antigua del continente cambió las botas por los votos.

El primer comandante de las Farc en trasladarse a la zona veredal fue Carlos Antonio Lozada, quien llegó a bordo de un helicóptero el sábado en horas de la mañana. Llegó con su compañera Milena Reyes y su bebé de tres meses, Dalila. Y no era para menos, Lozada es el gran artífice, por parte de la guerrilla, del acuerdo de cese bilateral del fuego, que concluirá el próximo 31 de julio cuando Naciones Unidas extraiga de las zonas veredales los contenderos con el armamento de más de 50 años de lucha insurgente. Este miembro del Secretariado se jugó a fondo desde la subcomisión de fin del conflicto en la mesa de diálogos de La Habana. Su contraparte fue el general Javier Flórez, de quien antes sólo había oído cuando los caminos de la guerra los enfrentaron en el páramo de Sumapaz, luego de las zonas de distensión.

La llegada de Lozada le imprimió mayor intensidad a la preparación del evento. “Mañana arrancaremos la jornada de trabajo desde muy temprano. Les pedimos a todas las columnas que se concentren en las orientaciones que recibieron. Estamos corriendo contra el reloj y necesitamos tener todo listo para el evento”, explicó a la tropa Aldinéver Morantes, comandante guerrillero de la zona veredal Mariana Páez. Por eso, un tractor trabajó toda la noche despejando la vía para darles paso a los nueve camiones cargados de la logística para la ceremonia. Los números de la preparación del evento hablan por sí solos: 12 novillos fueron sacrificados para el almuerzo de las casi 2.000 personas que asistirán y se trajeron más de 1.000 botellas de agua.

Los guerrilleros, por su parte, se levantaron desde las 4:00 de la mañana a cumplir con sus tareas. A las 8:00 a. m. ya se veían los cimientos de la tarima donde Timochenko anunciará que la rebelión armada de las Farc ha terminado. Ya no hay lugar para dudas sobre la voluntad de paz de la guerrilla. El cumplimiento del Acuerdo de La Habana se ha desarrollado a raja tabla, incluso a pesar de que, por ejemplo, en esta zona ubicada a escasos 109 kilómetros de Villavicencio aún los guerrilleros duermen en caletas construidas por ellos, no tienen internet y la construcción de áreas comunes apenas va en unas planchas de cemento sobre las que se erigirán las casas donde se reincorporarán a la vida civil.

Sobre el mediodía del lunes llegó Joaquín Gómez —también del Secretariado de las Farc—, quien se refirió a quienes han dicho que este ha sido un proceso lleno de incumplimientos: “Los hechos son más elocuentes que las palabras”. Una hora después llegó el máximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, más conocido como Timoleón Jiménez, quien envió un corto mensaje: “Que a partir de ahora no aparezca la violencia en el ejercicio de la política en Colombia”.

A esa misma hora se confirmó que la ceremonia se realizará este martes desde las 10:00 a.m., si el clima lo permite, ya que luego de la llegada de los comandantes se soltó una intenso y prolongado aguacero que dificultó la preparación del evento. Si todo sale como está pensado, los actos finales de dejación serán, simultáneamente, en cuatro zonas veredales: Llanogrande (Antioquia), Pondores (La Guajira), La Carmelita (Putumayo) y en Mesetas (Meta).

Éstos estarán registrados por los miembros de la Misión Especial de la ONU, quienes se encargarán de informar el número de armas que estaban en manos de la insurgencia y sellarán los contenedores para que estas herramientas de muerte y destrucción se conviertan en obras de arte que recuerden la tragedia ocurrida durante medio siglo y fundan la promesa del nunca más. Entre los rumores que circulan sobre quiénes serán los asistentes al acto, se dice que el propio secretario de la ONU, António Guterres, quien nunca ha estado en Colombia, será testigo. De igual forma, tienen el lugar asegurado el senador Iván Cepeda, el exministro Álvaro Leyva o la exsenadora Piedad Córdoba.

También asistirán ocho de los nueve miembros del Secretariado, salvo Bertulfo. Así como los representantes de Cuba y Noruega (países garantes del proceso) y Venezuela y Chile (facilitadores). Además, un grupo de embajadores de distintos países acompañarán al presidente Juan Manuel Santos y Timochenko en este trascendental momento.

En la zona veredal de Mesetas, nervio del desarrollo militar y político de las Farc, anda suelta la ansiedad: en la tropa guerrillera se mezclan el miedo, la nostalgia y la emoción de pasar una página de la historia de Colombia que está escrita con letras de sangre. En un rincón histórico del Meta, donde los herederos de las guerrillas liberales de los años 40 y 50 echaron raíces para darle paso a la guerrilla más poderosa del continente, hoy, 53 años después de su levantamiento en armas, los casi 10.000 miembros de las Farc velarán las armas contra la promesa de que a partir de ahora vivirán en un país más justo, equitativo y democrático.

Y en este sencillo, pero simbólico acto, las Farc dejaron atrás sus palabras fundadoras, cuando en julio de 1964, Manuel Marulanda y sus 48 compañeros de aventura juraron vencer o morir: “Somos revolucionarios que luchamos por un cambio de régimen, pero queríamos y luchábamos por ese cambio usando la vía menos dolorosa para nuestro pueblo: la vía pacífica, la vía democrática de masas. Esa vía nos fue cerrada violentamente con el pretexto facilista oficial de cambiar supuestas ‘repúblicas independientes’ y como somos revolucionarios que, de una u otra manera, cumpliremos el papel histórico que nos corresponde, nos tocó usar otra vía: la vía revolucionaria armada para la lucha por el poder”, quedó escrito en el primer programa agrario de los guerrilleros. Hoy la ecuación es inversa: su convicción revolucionaria los empuja a dejar la guerra, para luchar por sus convicciones con la palabra en vez del fusil.

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