100 años de cine hecho en Bogotá, en 80 minutos

Cuando la luz reemplazó al pincel, y el movimiento al estatismo, Bogotá se convirtió en telón de fondo para el cine que, sin pretenderlo, ha sido la memoria de la transformación de la ciudad.

Han pasado 100 años desde que el primer largometraje –mitad documental, mitad argumental– se rodó en la capital. El drama del 15 de octubre fue estrenado en 1915 por los hermanos Francesco y Vicenzo Di Doménico e inspirada en la muerte a hachazos del general liberal Rafael Uribe Uribe, excombatiente de la Guerra de los Mil Días.

El público, no habituado a ver ficción en un formato que les parecía una ventana a la realidad, rechazó la película. Aunque la guerra había acabado hace más de 10 años, aún había una extrema sensibilidad. La película fracasó.

Desde el magnicidio, el ojo indiscreto de las cámaras han construido la memoria de la modernización de Bogotá Por eso, el Instituto Distrital de Patrimonio (IDPC) estrenó A través de la pantalla, un tributo al patrimonio fílmico de la ciudad: 100 años de largometrajes resumidos en 80 minutos. La película recorre imágenes de más de 116 de filmes que transcurren en Bogotá.

“Se cree que la polémica llevó a los hermanos Di Doménico a destruir El drama del 15 de octubre, pero no se sabe si es cierto. Hoy solo se conserva un fragmento de 50 segundos que no se sabe si es original o si es una reproducción”, explicó Juan Camilo Ramírez, director de A través de la pantalla.

La presentación, que se hizo el jueves en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, fue musicalizada en vivo por la Orquesta Juvenil Filarmónica de Bogotá. Este 4 de noviembre se repetirá la experiencia en el teatro México, de la Universidad Central.

Ramírez explicó que revisaron 250 piezas fílmicas y a lo último, en la versión final, solo quedaron 116. “Pero en realidad, por recortes de prensa, se sabe que en estos años ya se han estrenado al menos 3.000 películas en las que Bogotá es un escenario. No de todas se conserva el archivo”, agregó.

Quienes vean A través de la pantalla, no se encontrarán un largo documental con imágenes de archivo. No. En su lugar, hallarán un híbrido entre el documental y la ficción. De hecho, según el director, “es 80 por ciento ficción”.
“Hay un protagonista que nace, crece, se reproduce y muere. Tiene su ciclo vital. Pero ese personaje es todos los personajes que han pasado por la pantalla”, agregó.

Una ciudad retratada

Mauricio Durán, cineclubista y profesor de la Universidad Javeriana que colaboró con Bogotá Fílmica, libro del IDPC que completa el homenaje al centenario del largometraje en la capital, anda y desanda los pasos de cineastas por la Sabana, en su texto Bogotá en el cine.

Menciona la hegemonía que los Di Doménico y los Acevedo (Arturo y sus hijos Gonzalo y Álvaro) tuvieron sobre la producción audiovisual durante los primeros 10 o 12 años.

Rodaron filmes como Aura o las violetas (1924), pero también documentales que dieron cuenta del crecimiento de la capital.

“Al inicio se buscaban imágenes preciosistas. En eso, la avenida Jiménez es un referente absoluto. Se buscaba la ciudad bonita”, explica Ramírez.

Durán cuenta cómo tras el ‘Bogotazo’, en 1948, la expansión y los problemas urbanos absorbieron la pantalla los siguientes 20 años, mientras el cine extranjero ocupó el interés del público por la ficción.

También recorre el cine de los años 70 y la obra del caleño Carlos Mayolo y, entre ellos, Agarrando pueblo (1978), falso documental rodado en Bogotá (la Rebeca fue una de sus locaciones), y Cali como una crítica a la pornomiseria.

“El manejo del transporte ha sido otro tema álgido de Bogotá. Leopoldo Pinzón realiza El carro del pueblo (1977); Ciro Durán, La guerra del centavo (1985), y Erwin Goggel, Buses (1982)”, indica Durán.

Los años posteriores fueron más prolíficos para la ficción. Lisandro Duque estrenó Visa USA (1986) y seis años después Sergio Cabrera hizo La estrategia del caracol, que retrata la injusticia de la modernización que desaloja a los pobres.

En esa época se hizo también El pasajero de la noche (1988), de Carlo Santa, una animación que muestra una urbe apocalíptica, lúgubre y surrealista.

Bogotá también es representada en el cine a través de La gente de la Universal (1993), en la que Felipe Aljure revela una ciudad de oportunismo. Incluso figura como escenario del conflicto después del conflicto en La sombra del caminante (2004): la vida de dos desplazados que, al huir de la violencia rural, se estrellan con la urbana.

Y en La historia del baúl rosado (2005) se reviven los días previos al ‘Bogotazo’, en La Candelaria, el salto del Tequendama, el Café San Moritz…

A este tragedia la reemplazaron en el cine la masacre de Pozetto y la bomba del Nogal. Satanás (2007), de Andi Baiz, y Esto huele mal (2007), de Jorge Alí Triana las evocan.

Las señales de tránsito también son personajes: La sociedad del semáforo (2010) habla de la vida a su alrededor, de los habitantes de calle que rebuscan en ese territorio efímero que las luces rojas demarcan.

Queda así plasmada Bogotá, ciudad-mujer, urbe-musa, asfalto de parte de la historia fílmica del país. Tras ver 250 largometrajes en los que es telón de fondo, personaje y escenario, la sensación que le quedó al director de la película-homenaje es de tristeza.

“Ahora los directores buscan la ciudad oculta, subterránea, marginal. Hay una mirada triste y violenta, un dejo trágico. Así haya comedia, siempre hay una huella de la violencia de este país. El cine es su espejo”, insistió.

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