Zika y chicungunya: “Lo peor está por llegar”
Para Manuel Elkin Patarroyo es hora de debatir sobre las consecuencias que el chikungunya o el zika están causando en el país, y sobre el aborto de mujeres embarazadas contagiadas con este virus.
SEMANA: ¿Es usted tan optimista como los que creen que el zika o el chikungunya van a tender a disminuir y que la gente va a aprender a convivir con ellos?
MANUEL ELKIN PATARROYO: Esos virus vinieron para quedarse, y lo que la mayoría no sabe es que vienen más en camino. Por ejemplo, en África está el virus de la fiebre del valle del Rift, que puede ser letal, o el del virus del Nilo Occidental, que ya está en Estados Unidos, y van a llegar porque los virus ya encontraron el camino para expandirse, especialmente en el mundo tropical. Lo que me preocupa es lo poco preparado que estaba y está el país para enfrentarlos.
SEMANA: ¿Y por qué el zika ha sido tan agresivo en Colombia?
M.E.P.: Porque al igual que el chikungunya, el zika encontró un terreno listo, abonado para colonizar y expandirse. No solo porque el mosquito Aedes aegypti, que lo transmite, habita gran parte del país sino porque no estábamos preparados ni para detenerlos ni para enfrentar sus consecuencias.
SEMANA: De todo lo que se ha dicho del zika, ¿qué cree usted que es verdad?
M.E.P.: Que hay una relación directa entre el zika con microcefalia en bebés en gestación, con Guillain-Barré en adultos y algunos problemas oftálmicos; de eso hay evidencias suficientes, al igual que se trasmite por la saliva y por las relaciones sexuales como lo han reportado un sinnúmero de artículos científico-médicos. La semana pasada, la revista New England Journal of Medicine, la más seria del mundo en medicina, describió el caso de un feto de 29 semanas de embarazo con microcefalia, hidrocefalia, alto daño neuronal y en el que el feto tenía una gran cantidad del virus del Zika en las células del cerebro.
SEMANA: ¿Cómo así, si el gobierno y el Ministerio de Salud dicen que no hay relación comprobada por microcefalia?
M.E.P.: Yo hablo con resultados y con estudios científicos. Hay varios, muy serios, que demuestran que si a una mujer en las primeras 20 semanas de embarazo le da zika y el feto tiene unas condiciones genéticas específicas, va a desarrollar microcefalia.
SEMANA: Entonces, ¿qué va a pasar con las más de 2.000 mujeres embarazadas reportadas oficialmente con zika?
M.E.P.: Es una situación muy compleja. Creo que a todas se les debería hacer un examen de amniocentesis, en el que se toma líquido amniótico para determinar por estudios de biología molecular (PCR) si las células del bebé tienen o no el virus. Si el resultado es positivo, mi recomendación es que se le dé a la madre la posibilidad de decidir si aborta o no. Esa es una prueba no muy costosa y es una respuesta científica al drama en el que están esas familias. Eso es mejor que pedirles, como lo ha hecho el gobierno, que esperen hasta que una ecografía les diga, a los cinco, seis u ocho meses, si su hijo tiene o no malformaciones o microcefalia.
SEMANA: Esa es una posición muy dura viniendo de un científico como usted.
M.E.P.: No soy partidario del aborto, soy profundamente religioso y respetuoso de la vida, pero una cosa es el debate ético y religioso y otra el científico y de salud pública. Un microcefálico es un niño especial, totalmente dependiente, que prácticamente no tiene ninguna posibilidad de desarrollo cognitivo. Eso es una carga muy dura para unos padres, para una familia y para una sociedad, que ahora el zika puede disparar. Más allá de las discusiones religiosas, el aborto es legal en Colombia en ciertos casos, y este puede ser uno de ellos. Creo que esas mujeres tienen el derecho de tener información que les permita decidir si abortan o si siguen adelante con su embarazo.
SEMANA: El gobierno no parece querer abrir ese debate, que está candente en Brasil.
M.E.P.: Hay muchas cosas que uno no entiende. En vez de agarrar el toro por los cuernos, uno ve al gobierno pidiéndoles a las mujeres que posterguen su embarazo o tratando de dar parte de tranquilidad. Dígale a una mujer del Amazonas, del Chocó o de los valles del Magdalena o Cauca, que no haga el amor mientras pasa la epidemia. Como me dijo un alumno, es como decir que lo mejor para que no haya enfermos es que no haya humanos.
SEMANA: Pero usted también tiene preocupaciones sobre el chikungunya.
M.E.P.: La gente ya sabe lo que le pasa a un ‘chikungunyo’, pero no se ha dicho que un porcentaje, que puede estar alrededor del 10 por ciento, va a quedar con artritis de por vida. Si en Colombia hay más de 1.200.000 personas infectadas, ¿qué va a pasar y cómo se les va a ayudar a quienes van a quedar con secuelas de por vida? Nadie está trabajando en eso, y me preocupa que todo esto se pudo haber prevenido.
SEMANA: ¿Y es que acaso se pueden controlar unos virus que se propagan con mosquitos que viven en gran parte del territorio?
M.E.P.: La rápida expansión se pudo haber controlado. En 1948 se creó en Colombia el Servicio de Erradicación de la Malaria (SEM) que después se llamó División de Campañas Directas que dependía vertical y directamente del Ministerio de Salud, con asesoría de la OMS y de la OPS, ya que los mosquitos y las enfermedades no tienen fronteras, como lo estamos padeciendo. Era un ejército de expertos y técnicos que, una vez aparecía un foco, actuaba para controlarlo. Eso se acabó a principios de los años noventa y la responsabilidad quedó en manos de los departamentos y municipios, que a decir verdad politizaron el programa y hacen nada o muy poco para controlar estos parásitos, virus y vectores. Esa platica se volvió fiesta, por lo menos, así lo dejó al descubierto estos nuevos virus.
SEMANA: ¿Y qué está haciendo en el Amazonas?
M.E.P.: Allá hay unos 60.000 habitantes, de los cuales 20.000 viven en Leticia. La malaria está disparada, y cada año hay entre 4.000 y 4.500 casos en la población rural. Es decir, el 10 por ciento de la población. Eso es una barbaridad. Muchos indígenas están enfermando y muriendo, pero eso poco o nada le importa al país. Lo que hicimos fue mover a todo el grupo que trabaja conmigo, que les dicen los malarios, para ubicar y controlar focos, diagnosticar el parásito en la sangre y dar de inmediato el tratamiento. Así, tratando de apagar incendios antes de que se propague por toda la selva, estamos frenando la enfermedad.
SEMANA: ¿Qué se debería hacer?
M.E.P.: Se requiere con urgencia crear de nuevo un grupo como el SEM que desde el Ministerio de Salud actúe vertical y directamente para controlar focos y atender a las personas, y que se continúe con el trabajo del desarrollo de vacunas. Esa es la única forma de frenar este tipo de virus.
SEMANA: Hablando de malaria y vacunas, ¿en qué quedó su famosa vacuna?
M.E.P.: Por fin, después de cuatro años y medio, desde que una pseudocientífica y su grupo me acusaron de forma infundada de traficante de micos, no habíamos podido probar la nueva fórmula en monos. Si no hubiera sido por eso, seguramente ya habríamos entregado las reglas definitivas para hacer vacunas y tendríamos respuestas para la malaria, el dengue, el ébola.
SEMANA: Pero es que después de 30 años, la gente como que le dejó de creer.
M.E.P.: Aunque algunos me traten de loquito, de hablar mucho o de no sé qué más, vamos bien. Le aseguro que ningún grupo en el mundo tiene el avance en el cual nos encontramos. Pronto habrá noticias. Lo que muchos no saben, por ejemplo, es que al comienzo del gobierno Uribe nos quitaron toda la ayuda y desde ese momento hasta ahora hemos recibido muy poca o nada de ayuda del gobierno. De eso debe enterarse el país. Han sido 13 años muy, pero muy duros.
SEMANA: Finalmente, ¿usted cree que apenas pase el pico de la epidemia, estos virus van a ser controlados?
M.E.P.: Estos virus llegaron para quedarse y van a seguir con nosotros, como lo ha estado la malaria, el dengue o la fiebre amarilla. Y va a ser peor, pues con los cambios climáticos y lo que ha pasado en estos últimos años, estoy seguro que se vienen brotes más duros de malaria, dengue y, probablemente, de los recién llegados. No quiero ser alarmista, ni pesimista pero esto apenas comienza.
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