El colombiano que creó un software para la Nasa
El ingeniero espacial César Ocampo explica la dimensión del hallazgo de agua en Marte.
Cómo es que un colombiano termina creando un ‘software’ que usa hoy la Nasa para planear sus misiones?
Soy un ingeniero aeroespacial nacido en Armenia, Colombia. Cuando tenía 2 años, mi familia emigró a Nueva York. Mi papá era chofer de bus y camión y mi madre se dedicaba al servicio doméstico. Me eduqué en Estados Unidos. Desde pequeño vivía fascinado por el espacio, los cohetes y los satélites.
Le quedaron gustando sus experiencias espaciales de niño, en maquinitas tragamonedas, jugando al ‘Lunar Lander’…
Jugaba mucho maquinitas, pero también me marcó ver por TV la última fase de la misión del Apolo XVII, que llevó humanos a la Luna en diciembre de 1972.
¿Fue difícil, como miembro de una familia de inmigrantes, llegar a la universidad a cumplir con un sueño que tenía desde niño?
Agradezco a un sistema educativo que premia el mérito y no el apellido ni el estrato social. A la universidad llegué con becas del Gobierno norteamericano. Hice primaria en Nueva York, terminé la secundaria en Miami y en la Universidad de Michigan inicié Ingeniería Aeroespacial, y la terminé en la Universidad de Kansas.
Me gané una beca del Departamento de Educación Nacional para hacer la maestría en Ingeniería Aeroespacial; luego, un beca de la Nasa para estudiar el doctorado en Astrodinámica, en la Universidad de Colorado. He estado vinculado con los centros JPL, Goddard y Johnson de la Nasa, con el Grupo del Espacio de la compañía Hughes, y actualmente con Odyssey Space Research (OSR), y el centro espacial Nasa Johnson en Houston. Actualmente, también soy decano de la Escuela de Ciencias Exactas e Ingeniería de la Sergio Arboleda en Bogotá.
Pero ¿cuál es exactamente su especialidad?
Diseño y optimización de los caminos para las naves espaciales.
¿Caminos espaciales? ¿Una especie de director de tránsito del universo?
Yo diseño los caminos, las rutas. Pero más importante es que yo desarrollo el software que permite que muchas otras personas hagan lo mismo, diseñar los caminos; cuándo se deben prender los motores, cuándo apagarlos y cómo orientar la nave para que vaya, por ejemplo, de la Tierra a Marte. Lo que me interesa es el camino. Cómo ahorrar combustible y tiempo, que la nave llegue bien y a la órbita correcta, porque a bordo hay sensores, y con eso recogemos los datos para hacer ciencia. El objetivo de la nave es captar datos y descubrir cosas.
Y qué cosa la que acabamos de descubrir en Marte. Agua líquida. ¿Usted participó en esa misión?
No directamente. Pero esas naves que llegaron utilizaron varios sistemas, y entre ellos está el que yo diseñé: Copernicus, que es en este momento una de las herramientas más importantes en la Nasa para la planeación de los caminos y las rutas que cogen todo tipo de naves. Hago la parte dura de la matemática y de programación para integrar sistemas de optimización de trayectorias espaciales.
¿El descubrimiento de agua en Marte confirma que hay marcianos?
No necesariamente. Pero descubrir agua en otro cuerpo celeste como Marte es muy impactante, porque para que haya vida, como la conocemos aquí en la Tierra, un ingrediente necesario es el agua. Eso significa que en Marte pudo haber existido vida, que puede haberla hoy en forma de microbios, o incluso que la haya en un futuro. En la Luna descubrimos agua, y allá no hay vida porque no hay atmósfera. Pero Marte cumple con condiciones para sostener vida.
¿Por lo menos es posible que haya microbios marcianos?
En este momento no se han descubierto. Lo más probable es que no los haya, pero si llegamos a un lugar con un robot que pueda desenterrar parte de una muestra de suelo y se detectan microbios, sería un descubrimiento impactante para la historia de la humanidad, porque eso comprobaría, finalmente, que no estamos solos.
Hablemos del agua marciana. ¿Viene de arriba o es subterránea?
No son ríos grandes, pero es evidencia de que hay agua que corre. Eso es lo que ha descubierto la nave Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), lanzada hace 10 años. Pero también con telescopios desde la Tierra se ha corroborado esa conclusión.
Dígame la verdad: ¿a usted lo sorprendió el anuncio?
Me alegró mucho, sí, pero no me sorprendió. Desde hace mucho se sabía que había hielo en sus polos. Pero saber que el agua corre ayudará a escoger mejor los sitios para llegar con futuras tripulaciones, y pueden ser lugares donde se empiecen las primeras colonias de humanos, que serán cuestión de tiempo, nada más.
¿Una especie de tranquilidad de que los terrícolas tendremos para dónde coger cuando acabemos con este planeta?
(Risas) Sí. Primero habrá viajes corticos. Pero eventualmente habrá colonias. Fácilmente, en menos de 100 años habrá una colonia en Marte y en 500 años el planeta estará poblado con humanos.
Tengo entendido que hay una misión que va a Marte en el 2020. ¿Es tripulada?
No. No hay ninguna misión tripulada planeada en estos momentos para Marte. La que estamos diseñando, que todavía no está aprobada, sería para el 2035, en la que podríamos ir con humanos. En esa misión sí estoy participando.
¿Entonces no es verdad que estén preparando una nave tripulada con una misión a Marte sin regreso?
Sí, pero eso no es un proyecto de Nasa, es de una fundación privada, una ONG, que hace el anuncio más que todo para publicidad, porque no tiene el dinero, ni tiene los cohetes. Ni siquiera la Nasa los tiene todavía listos. Pero es una forma de incentivar a la gente a que piense y se motive. Lo de la Nasa es totalmente distinto, son viajes de ida y regreso con tripulaciones. Lo que estamos planeando utilizará un nuevo sistema de lanzamiento que podrá lanzar un cohete con entre 100 y 130 toneladas de carga al espacio. El nuevo vehículo tripulado es Orión, que todavía no se ha probado con humanos. Esos son los nuevos componentes del futuro programa de exploración de Nasa.
¿Y Orión a dónde va a ir?
Orión va a ir a la estación espacial que está a 400 y pico de kilómetros de la Tierra, va ir a la Luna, va a visitar asteroides y, eventualmente, va a ir a Marte.
Si yo me voy hoy para Marte, ¿cuánto gasto en llegar?
Hoy no se podría ir, porque Marte no está alineado con la Tierra y entonces no estará ahí para cuando usted llegue. Tiene que esperar a que la alineación de Marte y la Tierra sea óptima para poder lanzar la nave. Pero cuando sea el momento, un viaje podría tardar entre 150 y 300 días… Solo de ida.
¿Y eso cuándo será, a ver si me apunto?
Son viajes de 7 a 10 meses, pero la alineación de los planetas solo se da cada 26 meses. La próxima ventana de salida es en enero del 2016. Le tocará esperar 3 meses, y tener un cohete bien poderoso a su disposición.
Pensándolo bien, para qué me voy a Marte, si es improbable darle la mano a un marciano o ver algún animal por ahí corriendo. Estamos un poco desilusionados. Porque nos tenían convencidos de que donde hay agua, hay vida…
No necesariamente. Es un ingrediente necesario para la vida, pero de la vida como la conocemos. Es posible que en un cuerpo celeste dentro de nuestro sistema solar, como Marte, o en otro sistema solar de otra estrella, haya vida, si está en una zona habitable donde el agua líquida pueda existir, y se encuentren otros componentes como carbono, que indica que es posible que haya vida, que la hubo o que pueda llegar a haberla. Pero el agua no es una condición suficiente.
¿Por qué insistimos en definir la vida en otros planetas como la conocemos en la Tierra? De pronto es distinta y no la captamos…
Es cierto: dibujamos a los extraterrestres con ojos, con manos y con pies, y eso no es correcto. Imagínese las especies de otros mundos: nosotros dormimos ocho horas, estamos despiertos dieciséis horas, porque la Tierra gira una vez cada veinticuatro horas. Si hubiéramos nacido en un planeta que girara una vez por minuto, tendríamos un horario y un metabolismo totalmente diferentes.
¿Hasta puede ser que haya vida en Marte y que nosotros ni siquiera seamos capaces de captarla?
No es probable. Pero no podemos descartar la posibilidad de que haya una civilización tan, tan avanzada en desarrollo y evolución, que nos lleve millones de años y que no seamos capaces de detectarla. Igual que las hormigas, que no son capaces de comunicarse con los humanos, puede pasarnos a nosotros: que seamos las hormigas de unas especies de millones de años en evolución. No podemos descartar esa posibilidad hasta que no tengamos los medios, o los sensores, o los equipos, o la ciencia para poder detectar la presencia de una civilización. En todo caso, es una pregunta inquietante. Tanto, que pueden estar aquí entre nosotros, y no los detectamos. Eso no se puede descartar.
Como para no dormir esta noche. ¡Puede que estén aquí y no sepamos! (Risas)
Pero no es muy probable que en Marte haya civilizaciones que no podamos explicar. Si hay algo en Marte es muy probable que tengamos los sensores para poder detectarlo.
Hay una cosa que he leído que me perturba un poquito: que con la nave que enviamos a Marte, podemos haber contaminado el planeta y sembrado allá unas bacterias terrestres… Luego podemos confundirnos y llegar a decir que allá sí hay vida. ¿Ese riesgo realmente existe?
Claro. Eso es posible, pero no es muy probable, porque la nave va muy esterilizada. Esos riesgos se calculan y se tratan de minimizar. El descubrimiento de agua va a imponer ciertas condiciones. Cuidarnos de no llevar cosas que puedan reaccionar dentro de esa agua y hagan daño.
¿Para usted qué es lo más inmediato que sigue en la exploración espacial que realmente lo pueda llegar a sorprender?
Encontrar señales de vida inteligente. Una civilización en otro planeta, en otra estrella.
Pero ¿como a dónde le estamos apuntando?
Hemos descubierto aproximadamente 50 planetas, en otras estrellas, que son muy similares a la Tierra, que pueden tener atmósfera y pueden albergar agua líquida. Que en alguno de esos lugares se detecte alguna señal, transmisiones, despliegue de energía alta, que indique una civilización desarrollada sería el descubrimiento casi que de la historia de la humanidad.
¿Y a usted no le parece en nada improbable?
Nada improbable. Muy probable. La galaxia puede estar poblada con 40.000 civilizaciones. Hablo de detectarlas, ¿no? Ya que hablemos por teléfono con ellas o que nos veamos es otro problema complicadísimo. Pero es muy probable que seamos una especie muy pequeña en un rincón muy lejano, en un tiempo muy diferente y que no estemos solos. Esto puede estar poblado de muchas civilizaciones, con características y condiciones casi inimaginables.
¿Eso tiende a acercarnos al concepto de que Dios existe o al de que no existe?
Como científico en este campo, soy ateo. Creo en la naturaleza, en la belleza y las leyes físicas del universo, en el humanismo y la compasión. Dios es un argumento espiritual que todos podemos tener. Pero el Dios dogmático de los libros religiosos, para nosotros, la mayoría de científicos, desapareció hace mucho tiempo.
Una última pregunta: ¿no es muy irónico que haya agua en Marte y no haya en Bosa o en La Guajira?
Totalmente irónico. Estamos trabajando en poner satélites en el espacio, para mirar hacia abajo, hacia la Tierra, para mejorar la producción agrícola. Para medir los efectos del cambio climático. Para optimizar el uso del suelo. Para seguridad y otras cosas. Lo que nos falta es autoestima a los colombianos. Nos descresta que vengan empresas de otros países a vendernos las cosas. Todo eso lo podemos hacer nosotros.
En la Sergio Arboleda hicimos Libertad I en el 2007, el primer satélite artificial colombiano y el único hasta el momento. Lo hicimos en un ámbito académico, universitario, fue pequeño, pero funcionó. Y era para comprobarle al país que eso lo podemos hacer aquí, ya.
Y estamos tratando de hacer el segundo (risas). Tenemos que convencer al Gobierno para que nos ayude, y que se vuelva una industria para que podamos competir con las economías más fuertes.
eltiempo.com