Bogotá envejece 6 veces más rápido que el promedio nacional

Entre el 2005 y el 2020, la población mayor de 60 años habrá pasado del 8,2 al 14 %.

Cada hora, al menos cuatro personas ingresan a la franja de adultos mayores de 60 años en Bogotá. Al día son 108, en promedio, y al mes, más de 3.200. El ritmo del envejecimiento de la capital es acelerado. En diez años esa población pasó de 506.875 personas a 902.614.

La ciudad se está haciendo vieja tan rápidamente que en dos décadas habrá un mayor de 60 años por cada menor de 15. Los cálculos del Departamento Nacional de Estadística (Dane) indican que mientras la población general de la ciudad crece al 3,2 por ciento anual, la de adultos mayores lo hace al 5,2.

A esa velocidad, Bogotá le sacará al país 30 años de ventaja. En el 2020, los mayores de 60 representarán el 14 por ciento de la población local. En contraste, Colombia llegará al 14,1 por ciento en el 2050, lo que indica que en regiones distintas a Bogotá los niños y jóvenes siguen siendo mayoría, por ahora.

“Colombia envejece de formas distintas y a ritmos diferentes”, comenta Lucas Correa Montoya, de la Fundación Saldarriaga Concha, que a finales de este mes presentará una radiografía nacional de este fenómeno.

Como decía el crítico literario Sainte-Beuve en el siglo XIX, “envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo”. Y eso es lo que les está pasando a los bogotanos: están viviendo mucho tiempo. Hoy, una persona que llega a los 60 tiene por delante una expectativa promedio de vida de 23 años.

Por eso, el tema hoy es en qué condiciones se está llegando a la vejez. Y las cifras y los análisis muestran que la mayoría de capitalinos que lo logran ‘cojean’ en aspectos que son básicos para una vida digna.

El Instituto de Envejecimiento de la Universidad Javeriana encontró que el 66 por ciento de ellos están afectados al menos por una enfermedad crónica. Más de 500.000 están diagnosticadas y el 10 por ciento no goza de control para su tratamiento. De cada 100 mayores de 60 años, 17 tienen una limitación permanente: problemas para moverse o caminar, hablar, entender, aprender, bañarse, vestirse o alimentarse por sí mismos.

Pensión, un lío de fondo

La falta de una pensión es un problema estructural que muestran todos los estudios y las estadísticas oficiales. En la capital, el 65 por ciento de los adultos mayores no cuentan con una.

Para Josué Correa, abogado laboralista experto en pensiones, el problema comenzó con la creación de los fondos privados. En la transición, muchos se quedaron por fuera del sistema y cuando fueron a pedir pensión les faltaban semanas cotizadas y ya no consiguieron un trabajo estable para completarlas.

La falta de una pensión es un problema estructural que muestran todos los estudios y las estadísticas oficiales. / Foto: Ana María García – EL TIEMPO.

Otros, que se quedaron sin empleo por liquidación de empresas o por reestructuraciones, tampoco volvieron a cotizar, pues muchos de ellos tenían más de 50 años y no consiguieron un empleo con prestaciones sociales.

“A muchos les faltaban uno o dos años para lograr la pensión. Todas estas personas habrían podido cotizar como independientes para completar sus semanas, pero no hubo una orientación”, lamenta el especialista.

El caso de las mujeres es más dramático: solamente el 28,5 por ciento de las mayores de 60 que viven en Bogotá reciben una mesada de jubilación, frente al 43,7 por ciento de los hombres de la misma edad.

Mercedes, de 74 años y residente en Kennedy, trabajó durante 20 años en servicios generales, con salario mínimo, y cuando fue a tramitar su pensión encontró que las empresas en las que estuvo empleada rara vez pagaron sus aportes. Tenía 300 semanas por dos décadas de trabajo, por las que le entregaron un bono que gastó en un mercado.

“Generalmente, las posibilidades de que las mujeres coticemos sin interrupciones y con base en un salario decente son menores que las posibilidades de que lo hagan los hombres”, asegura la psicóloga Elisa Dulcey-Ruiz, directora de la Fundación Cepsiger para el Desarrollo Humano.

Rovitzon Ortiz, director de Equidad y Políticas Poblacionales de la Secretaría de Planeación del Distrito, advierte que el problema no es solo para los que se quedaron sin pensión. “Casi el 80 por ciento de las personas que tienen una pensión asegurada la utilizan para ayudar económicamente a sus hijos y nietos”, dice.

De hecho, los mayores de 60 años no solo aportan dinero a sus familias, sino también tiempo, conocimientos y afecto, pero pocos reciben lo mismo de sus parientes: el 11 por ciento viven solos y el 40 por ciento, con personas distintas a sus hijos. El 15 por ciento de los hombres y el 40 por ciento de las mujeres mayores de 60 años no tienen ningún ingreso monetario. Y uno de cada tres está en riesgo de desnutrición. “La sociedad en general tiene unos rasgos de discriminación hacia la población mayor de 60 años: la excluyen socialmente y la someten al abandono y al rechazo”, subraya Ortiz.

Dulcey-Ruiz considera que hay que derribar mitos y cambiar la óptica con la que se mira y se atiende a los adultos mayores. “No se pueden tener perspectivas de calidad de vida, de inclusión, de autonomía y de vida digna si lo que predomina es el asistencialismo”, opina.

Para Correa Montoya, de la Fundación Saldarriaga Concha, el asistencialismo no es malo en sí mismo y la población pobre lo necesita. En Bogotá, unas 315.000 personas mayores de 60 años se benefician de subsidios y rebajas en tarifas de transporte y de servicios públicos, y el Distrito entrega un auxilio de 120.000 pesos mensuales a 81.460 adultos mayores.

Muchos retos por delante

En lo que todos coinciden es en los retos que implica una ciudad que se envejece aceleradamente: que los adultos mayores tengan unos hábitos saludables, que cuenten con ingresos adecuados y permanentes, y que se les abran los espacios que se les han venido cerrando en la vida productiva del país.

“Tenemos que fomentar la cultura del ahorro y el aporte a la seguridad social. Eso garantiza estar amparado para invalidez, vejez y muerte, es un seguro de vida”, plantea el abogado Correa. Pero, para lograrlo, la ciudad debe superar primero la informalidad laboral, que hoy es del 46 por ciento.

“Cuando hablamos de adultos mayores y productivos no estamos hablando de personas de 80 años, estamos hablando de personas de 45, de 50, de 60, que todavía pueden ser parte de la cadena”, explica Correa Montoya de la Fundación.

Y los cambios no dan espera: Bogotá tiene 1’950.000 personas entre los 40 y los 59 años, que ya deben estar pensando en la vejez.

Alrededor de 1’950.000 personas en Bogotá tienen entre 40 y 59 años de edad. Carlos Ortega / EL TIEMPO

Mitos que hay que derrotar

Que la vejez es un mundo aparte y no tiene nada que ver con la vida anterior. La vejez se construye a lo largo de la vida. Envejecemos desde que nacemos.

Que la dependencia de otros se genera por la edad, cuando el problema no son los años, sino las condiciones en que la gente desarrolla su vida.

Que el único rol de los viejos es ser abuelos y dedicarse al cuidado de la familia.

Que no aprenden, cuando la educación es un proceso de toda la vida.

Que vejez y enfermedad son sinónimos.

Que el viejo es de segunda categoría y se deja manipular fácilmente.

eltimpo.com