Conoce a los Ganadores del Concurso de Relato Breve FILBo 2015 y léelos!!!
Con 805 participantes en su primera versión, el primer premio de cuento corto de la Feria Internacional del Libro de Bogotá con una extensión no mayor a los doscientos caracteres, superó todas las expectativas. Una amplia participación internacional, una masiva presencia de jóvenes y la claridad de que los buenos lectores quieren contar sus propias historias son las más importantes conclusiones de esta convocatoria.
Las obras ganadoras:
EL REFUGIO (primer lugar) Erick Rodríguez Marrugo (Colombia)
Hoy su padre la llevará a casa de un editor para revisar sus textos. Mientras él llega, acostada, se imagina a sí misma convertida en escritora. Todos han elogiado sus escritos biográficos, anotaciones diarias de aquellos días de encierro en el refugio. Imagina algunos títulos para el libro, el que más le suena es La Casa de Atrás. Ahora que la guerra ha finalizado aprovecha para caminar por los jardines cercanos donde las hojas emancipadas llueven de los arboles. Regresa a su habitación, saca de un cajón sus cuentos y su diario, se sienta a ojearlos y queda satisfecha con lo que lee. Mira el reloj, cierra los ojos para descansar y para que su padre, al creerla dormida, intente despertarla con una caricia. A lo lejos percibe las pisadas acercándose y se alista para recibir un beso o un abrazo. Escucha el sonido de la puerta abriéndose y luego esos brazos sobre su cuerpo que la hacen sentir protegida y libre. Sólo hasta que abre los ojos Ana Frank regresa de su ensoñación, y comprende que los nazis acaban de encontrar el refugio y que quien la abraza es un uniformado que ahora pisotea sus papeles y sus sueños.
EL ÚLTIMO LIBRO (Segundo lugar) de Eduardo Vergara Castizaga (Chile)
El preso del último calabozo pidió como deseo, ante su larga permanencia en la prisión, libros, para pasar los días y matar las horas. Leyó poemas, La Biblia, Don Quijote, y un centenar de historias de caballeros, castillos y damas, en fin todo lo posible de conseguir en una época de persecución ideológica.
El carcelero, quien no sabe leer, al no encontrar más textos, busca en los anaqueles prohibidos hasta hallar unos manuales a los que no les da mayor importancia.
Y así el prisionero retorna a la lectura con los libros prohibidos, algunos con arengas en torno a la libertad, otros utopías de mundos futuros, pero es uno al que su atención regresa, un libro que describe cómo se construyó una prisión de hace 200 años y de sus debilidades estructurales y pasadizos secretos. Lo lee dos veces y lo esconde en la celda de manera que lo encuentre el siguiente prisionero pues hoy, en este día de lluvia torrentosa, escapa sabiendo el secreto, que toda prisión tiene su debilidad.
EL RESCATE DE MOBY DICK (Tercer lugar) de María Victoria Acevedo Ardila (Colombia)
Cuando llegué a casa ya tenía viviendo adentro una pequeña colonia. Cientos de esporas bailaban por mis páginas. El ritual antiguo de la vida se tejía silencioso. Cada día se hacía más intensa mi agonía, iba cambiando de color. Mi lomo de animal enfermo se agazapaba entre otros libros, entre otros sueños. Los contagiaba y solo pedía un salvador. Ella trató de limpiarme con lavanda, me encerró entre bolsas, en extraños palacios de hielo, abrió mi piel al sol. Nada funcionaba. Cuando se dio por vencida me acarició, acercó su boca y me leyó despacio. Al amanecer me dejó bajo su cama. Estuve olvidado durante meses. Creía que jamás me volverían a tocar, terminaría como un tal Gregorio Samsa, pero él apareció: era un ratón con los ojos tristes de los hombres. Firmín me tomó entre sus manos y aspiró con dulzura mi mohosa anatomía. Mientras me desnudaba con los ojos se moría de a pocos. Los dos nos deshacíamos en palabras. Una ballena blanca iluminaba la noche. Estábamos menos solos.
LAS MEMORIAS DEL OLVIDO (tercer lugar) de César Augusto Álvarez Téllez (Perú)
Esa tarde salía de la Feria del Libro, una vez más, cuando me choqué bruscamente con una mujer.
La vi caer de pronto, como desmayada, cobijando entre sus manos el libro de Memorias de García Márquez.
Me agaché a auxiliarla. La expresión de su rostro, con los ojos cerrados, no me resultó ajena. Cogí el libro, sin dejar de contemplarla, cada vez más convencido de que aquella mujer no me era nada extraña.
¿Quién es usted?
Reaccionó de repente, entreabriendo los ojos. Me miraba, incrédula. No obstante, me permitió que la ayude a levantarse y aceptó mis disculpas, regalándome una sonrisa.
Y charlando con ella sobre el libro, la acompañé a su casa, donde al parecer la estaban esperando su esposo y su hijo.
Me invitó a pasar. Mi sorpresa aumentó al descubrir el retrato familiar. Experimenté luego la absurda sensación de estar soñando.
Yo, sin poder escapar de mi asombro, observé el libro detenidamente, y me fijé en la mujer, que me sonreía.
Apareció su hijo.
El pequeño Gonzalo me reconoció: se apresuró a abrazarme y besarme, como si yo no fuera la sombra de un fantasma.
Recién entonces tuve la certeza de que aquella mujer era Mercedes Barcha, mi esposa.
Con Información de Enrique Patiño Jefe de prensa FILBo 2015