Este domingo, la ciclovía bogotana es naranja

Muchas bicicletas de los cicloparqueaderos en Holanda son de la compañía de trenes que las alquila para los ciudadanos.

Iniciativa es en homenaje a Holanda, el país invitado de honor de la Feria del Libro.

En una gran mancha naranja se espera convertir este domingo la ciclovía bogotana, en homenaje al color emblemático del Reino de los Países Bajos, que asiste a la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) como país invitado de honor y que es identificado por la tradición del uso de la bicicleta.

El lugar de partida será el parque de los Hippies (en la carrera séptima con calle 60), este domingo a las 8:30 a. m., y el destino final, Corferias. A los primeros 500 ciclistas que lleguen al punto de encuentro se les entregará un kit de regalo, que incluye una boleta de cortesía para ingresar a la Filbo.

La embajada de Holanda y Corferias han habilitado 600 parqueaderos de bicicletas gratis. “Es importante recordar que los biciusuarios deberán llevar los elementos necesarios para asegurar sus bicicletas, que podrán dejar en el Parqueadero Verde de Corferias (calle 25 n.° 33 – 60). El cupo de parqueo es limitado”, explican sus organizadores. (Lea también: Lo que trae este fin de semana la Feria del Libro en Bogotá)

Holanda tiene lecciones para Bogotá en el uso y promoción de la bicicleta, pero en ese país consideran a la capital colombiana como un referente mundial: 200.000 personas se mueven a diario en bicicleta por los 370 kilómetros de ciclorrutas que tiene.

Así lo explican los representantes de la organización La embajada de la bicicleta de Holanda, quienes se reunieron con este diario en ese país, para hablar de las iniciativas que se vienen adelantando sobre el tema.

La entidad se creó hace cinco años y está apoyada por municipalidades públicas holandesas y organizaciones privadas de ciclistas y de la academia, entre otros. “Para una buena realidad ciclística se necesita no solo una buena infraestructura (vías, parqueos, túneles, buenas bicicletas), que nosotros llamamos el hardware. Quizás lo más importante para nosotros es el software: la manera como el ser humano lo utiliza”, explica Aletta Koster, planificadora urbana de transporte y miembro de la entidad.

En ese sentido, es muy importante la manera cómo interactúan los diferentes actores en las vías, como el propio ciclista, el conductor de bus, el taxista y el conductor de carros particulares y, obviamente, las leyes. “Te tiene que doler si haces algo mal, si no, no vas a cambiar. Eso tiene que ver con la manera como nos comportamos los unos con los otros”, dice. (Además: Todo lo que debe saber de la Feria del Libro 2016)

Otro factor que entra en juego, además del hardware y el software, es cómo organizarlo todo. “Este proceso es algo en lo cual diferentes unidades de ministerios, provincias y gobiernos tienen que cooperar; en temas de desarrollo urbano, tráfico y finanzas encaminadas hacia un objetivo común”, agrega Koster.

Las iniciativas en muchos países no avanzan porque tienen solo una o dos personas empujando el tema, pero no cuentan con apoyo financiero, por ejemplo, dice la experta.

Seguridad y libertad

Al hablar de los incentivos para bajar a los ciudadanos del carro, Koster retoma la experiencia holandesa que se basó en la necesidad de ofrecerle seguridad a la gente, en especial a los niños que iban a pie a sus colegios, para no ser atropellados por los carros. Pero también, la sensación de libertad que da la bicicleta.

En este punto, llama la atención que tanto en Ámsterdam como en otras ciudades que visitó EL TIEMPO, casi nadie lleva un casco. “Porque nosotros hemos dicho que la situación tiene que ser tan segura que nadie necesite un casco. Un niño tiene que poder ir a su escuela, sin mamá y sin casco. Claro que ahora con las bicicletas eléctricas se está replanteando el tema”, agrega Koster.

Para la urbanista colombo-holandesa Camila Pinzón, también miembro de esta organización, hay maneras de bajar la gente de los carros. “Por ejemplo, la política de parqueos de Ámsterdam. Parquear en el centro tiene un valor de 5 euros la hora”, dice. Otras empresas han creado la política de pagarle algo adicional al empleado que compre su bicicleta y viva cerca de su lugar de trabajo.

Uno de los aspectos novedosos que Holanda viene implementando es un nuevo tipo de infraestructura plana. “No hay divisiones, sino que simplemente existen ciertas reglas. Y todo aquel que se mueve en esa infraestructura (automóvil, bus o peatón), denominada share space –espacio compartido–, sabe cómo comportarse”, anota Koster, pero señala que no todo puede solucionarse con infraestructura. Se requieren cambios en el comportamiento humano, pues allá no se puede seguir dividiendo todo en un espacio ya limitado.

Un tema crítico es el de la accidentalidad. “Irónicamente, ahora con el incremento de la bicicleta eléctrica hay más muertos, porque se creen los reyes de la calle y generan más accidentes”, comenta Koster, quien insiste en que la clave es disminuir la velocidad.

La idea es cómo moverse, no hacer deporte

La embajada de la bicicleta de Holanda recibe gente de todos lados del mundo para que aprendan la experiencia holandesa de la bicicleta de primera mano y también invita a repensar la realidad que se viven en diferentes ciudades, para generar planes maestros de bicicletas in situ. Ya lo vienen haciendo México y Brasil.

Sobre la seguridad, ellos son conscientes de que se trata de una situación mundial. “Muchas veces el candado que debes tener para que no te roben la bici en Ámsterdam vale más que la misma bicicleta”, dice con humor Aletta Koster y señala que existe la falsa idea de tener una bicicleta costosa para el uso diario. “La idea no es hacer deporte. La idea es cómo moverse, pero de una manera rápida y como quieras ir vestido. Nosotros no nos llamamos ciclistas. Estamos yendo de un lugar a otro”.

Por eso la mayoría de la gente que anda en bicicletas en Holanda lo hace en una tipo cargo, más utilitaria. “El promedio de bicicletas per cápita acá en Holanda es de 1,6. Tenemos más bicicletas que gente”, anota con humor la experta.

CARLOS RESTREPO*
Enviado especial de EL TIEMPO
*Por invitación de la embajada de Holanda