Quedan 37 km2 de glaciares en Colombia

Actualmente, la Sierra Nevada de Santa Marta tiene 38 pequeños fragmentos de glaciar que suman apenas 6,7 km2.Ideam

Los científicos estiman que en menos de tres décadas los picos nevados tropicales pasarán a la historia. La Sierra Nevada de Santa Marta es el ecosistema más afectado y pierde hielo con mayor velocidad.

Las cifras son aún más agrias que las malas noticias. Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia cuentan con el 99 % de los glaciares tropicales del mundo y el 1 % restante está ubicado en África oriental. En los últimos 50 años, las capas de hielo han retrocedido, en promedio, 40 % a nivel regional, aunque a diferente ritmo en cada país.

Pese a que en Colombia esos picos blancos tan sólo representan el 2 % del total, en ese mismo lapso han disminuido en 63 % su cobertura de hielo. Y todavía peor: hace seis años el país tenía 45 km² de capa glaciar y hoy quedan 37 km², un área igual a la del barrio Chapinero de Bogotá.

Como explicó el glaciólogo del Ideam Jorge Luis Ceballos, la tendencia es que Colombia pierda de 3 a 4 % del área por año. Ese dato indicaría que en las próximas tres décadas los nevados serán historia y quedarán como registro en los libros de geografía.

“Lo importante no es que van a desaparecer, sino qué vamos a hacer durante esa desaparición. Es como si a usted le dicen que se va a morir en seis meses, pues durante ese tiempo estudia, conoce, deja registro. Por eso consideramos que es un compromiso de nuestra generación reconstruir la historia de lo que pasó”, comentó el experto Ceballos a este diario.

A pesar de esa muerte anunciada, ayer se concluyó el proyecto “Monitoreo de glaciares tropicales andinos en un contexto de cambio climático”, que buscaba enfrentar esta problemática común a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.

En los últimos dos años, científicos de estos países se fijaron el propósito de observar en detalle las consecuencias en la disponibilidad de agua para el consumo humano y agrícola, la generación de energía y otras actividades económicas, además de documentar el proceso de retroceso glaciar debido al cambio climático y estimar sus impactos para dimensionar inversiones en medidas de adaptación y mitigación.

El proyecto tuvo un valor de US$1,5 millones y fue posible gracias al apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Conservación Internacional Colombia, el Ministerio de Medio Ambiente y Agua de Bolivia (MMyA-Bolivia), el Ideam en Colombia, el Instituto Nacional de Meteorología en Hidrología (Inamhi) de Ecuador y la Autoridad Nacional del Agua (ANA) de Perú.

En cada país se seleccionaron varios picos nevados para estudiarlos mediante estaciones de monitoreo, drones, cámaras de alta precisión, fotografías aéreas, imágenes satelitales y software de modelación que permite dar luces sobre el futuro que tendrán estos ecosistemas.

En Bolivia se seleccionó el glaciar Ulla Khaya, en la cordillera Apolobamba, clave en la provisión de agua para actividades agropecuarias y el consumo humano; en Ecuador, el Carihuayrazo, el Cotopaxi y el Chimborazo, cuyos estudios son relevantes en términos de gestión del riesgo; en Perú fue estudiada la cordillera Central, pues el agua potable y buena parte de la generación de energía eléctrica es de origen glaciar, y en Colombia se eligió la Sierra Nevada de Santa Marta, el glaciar de montaña más alto del mundo a la orilla del mar, que hace parte de un territorio indígena sagrado y ha sido muy poco explorado científicamente.

Según cifras del Ideam, hasta finales del siglo XIX la Sierra Nevada estaba conformada por tres grandes glaciares que sumaban 83 km² y representaban el segundo pico más grande del país después del Cocuy. Actualmente tiene 38 pequeños fragmentos que suman apenas 6,7 km², ha perdido el 92 % de su área en el último siglo y medio y hoy ocupa la cuarta posición a nivel nacional, luego del Cocuy, el Ruiz y el Huila.

Como sostuvo Ceballos, la idea del proyecto era que cada país seleccionara una cuenca piloto que no sólo tuviera glaciares, sino también gente para poder trabajar con ellos. “En la Sierra no hay estaciones meteorológicas, no sabemos el comportamiento del clima. A los indígenas no les gustaban de a mucho nuestros aparatos y por eso fue todo un reto”, dijo. “Además, esta montaña está muy deteriorada y es la que se está derritiendo más rápidamente. Por eso vamos a trabajar de la mano con los indígenas arhuacos y montaremos un sistema de alta montaña que vaya desde la zona cafetera y nos permita medir lluvias y temperatura”, resumió.

De esa forma, y con el paso del tiempo, en los países de incidencia del proyecto, los conocimientos ancestrales y los científicos se cruzarán para crear una base virtual regional que no sólo será alimentada por los glaciólogos de cada región, sino también por las comunidades locales.

el espectador c.om